Robert Bloch (1917-1994) es uno de esos escritores que aúnan un talento innato para la fantasía y para el humor (negro, of course), su trabajo durante muchos años ha estado a la sombra del éxito de su novela más famosa (que no la mejor), la ineludible Psicosis (Psycho, 1959). Pero detrás de este éxito encontramos una carrera plagada de relatos realmente memorables que encontraron cobijo en revistas tan importantes como Weird Tales o en adaptaciones para cómic en míticas empresas como EC, no menos importantes son sus múltiples colaboraciones, en calidad de guionista o adaptador, en el cine, televisión y radio. Esta extensa trayectoria convirtió a Bloch en un escritor realmente mediático y, como es habitual, esta fama también encorsetó, muchas veces, su talento.
De todas maneras su arte, sus palabras, su concepto de la literatura pulp marcaron un camino que muchos autores han seguido posteriormente, sus cuentos y relatos son complejos y siempre están tintados con colores oscuros, cenicientos y emponzoñados por un humor lúgubre y, a menudo, deprimente. Amigo por vía postal de Lovecraft (nunca se conocieron en persona), Bloch pronto cayó bajo el influjo de éste, sus colaboraciones en los mitos de Cthulhu son realmente poderosas e, incluso, innovadoras, no limitándose a imitar al maestro si no más bien aportando múltiples aristas y situaciones que rejuvenecían los parámetros habituales en los mitos, ensanchando considerablemente las fronteras narrativas de los mismos.
Su extensa colaboración con Weird Tales y otras revistas menos importantes del sector, se extendió durante toda su carrera y es el núcleo principal de toda su producción. Sin embargo, si su nombre es más reconocido que el de muchos de sus contemporáneos (salvando a Richard Matheson), sin duda debido a sus colaboraciones en el cine y la televisión, a raíz de Norman Bates, su motel, la famosa escena de la ducha y de la sublime visión cinematográfica que de su novela ofrecería Alfred Hitchcock al público, su presencia se incrementó notoriamente en diferentes producciones. El listado de películas es bastante extenso pero como ejemplos más notorios podemos mencionar El caso de Lucy Harbin (Strait Jacket, 1964) de William Castle, una buena vuelta de tuerca a Psicosis, La maldición de la calavera (The Skull, 1965) basada en su novela The Skull of the Marquis de Sade, protagonizada por Peter Cushing. El psicópata (The psychopath, 1966), Torture garden (1967), estas tres últimas dirigidas por el gran Freddie Francis, La mansión de los crímenes (The house that dripped blood, 1971) dirigida por Peter Duffell o la potente Refugio macabro (Asylum, 1972) de Roy Ward Baker, dan fe de su labor. Si el mundo del cine fue importante para Bloch, no lo fue menos la televisión, en éste apartado se pueden mencionar sus colaboraciones para series tan famosas como Alfred Hitchcock presenta (1960-1962), La hora de Alfred Hitchcock (1962-1965), Star Trek (1966-1967) o Historias del más allá (1984-1987).
Respecto a su principal faceta, qué se puede decir, una mente que ha ideado relatos como Suyo afectísimo Jake el destripador (Yours truly, Jack the Ripper, 1943), Madre de serpientes (Mothers of serpents, 1936), La casa del hacha (House of the hatchet, 1941), El vampiro estelar (The shambler from the stars, 1935) o Dulces para lo dulce (Sweets to the sweet, 1947) entre otros muchos, es sin lugar a dudas un maestro de las palabras, un escritor que creo una manera muy particular de asomarse a los abismos del terror y que dio forma al concepto del American Gothic, pues si Bloch gustaba de acercarse a los horrores cósmicos del genio de Providence, no es menos cierto que le agradaba en sobremanera desmenuzar y describir intensamente el malsano ambiente de la “América profunda”, tan fecunda y terrorífica que por si sola ha creado con el tiempo un sub género dentro del cine de terror. Conviene recordar que un jovencito Bloch, vivió muy de cerca los acontecimientos ocurridos en un pueblecito cercano a su morada infantil, me estoy refiriendo a las andanzas del carnicero de Plainfield, más conocido como Ed Gein, y que la semilla de lo vivido germinó, años después, en su novela Psicosis, por lo tanto no es extraño que durante su vida profesional volviera una y otra vez a recuperar ese concepto del terror que acecha en los entornos rurales de su país.
Bueno, poca cosa más, como habéis podido comprobar el artículo de hoy no presenta ningún dato biográfico ni es un compendio de la obra y milagros del autor, he preferido comentar brevemente sus principales trabajos e intereses, para de esta manera, acercar su figura a los aficionados que lo desconozcan. Robert Bloch fue único e inimitable, un escritor muy personal que supo transmitir con intensidad, pero también con humor y cinismo, su visión del terror tan terrenal pero a la vez tan cósmica, una realidad tan irreal que logra hacerla creíble en toda su extensión.
Para los más curiosos comentar que la Editorial Valdemar editó, hace algún tiempo, un maravilloso volumen que recopila una buena muestra de sus relatos. El tomo lleva por título Dulces sueños… 15 historias macabras. En el podemos encontrar los siguientes relatos: Dulces para lo dulce, Los hacedores de sueños, el aprendiz de brujo, Beso tu sombra, Mr. Steinway, El espíritu propicio, La gatera, Las gafas tramposas, Rapsodia Húngara, El faro, La casa hambrienta, La bella durmiente, Dulces dieciséis, Tren infernal y Enoch.
Un saludo amigos/as de El Terror Tiene Forma, hasta la próxima.