El padre Michael (Christopher Lee) es un sacerdote excomulgado de la iglesia católica por idolatrar a Satán, que se ha convertido en el líder de una secta satánica que pretende reencarnar al demonio Astaroth en el cuerpo de una joven. Catherine (Nastassja Kinski) es una joven monja a punto de cumplir 18 años que viaja a Londres para celebrar el aniversario en compañía de su padre. En el aeropuerto es recogida por el escritor de novelas de ocultismo John Verney (Richard Widmark), que ha sido convencido por el padre de la chica de que esta corre un grave peligro. La intervención del escritor frustra los planes del padre Michael, por lo que este inicia la búsqueda de la joven monja, sembrando su camino de terror y muerte.
Recomendada para cualquier aficionado al Cine de Terror con una mínima curiosidad por el género.
Este es el argumento de la película que hoy traigo a El Terror Tiene Forma, película que ostenta el dudoso merito de ser la penúltima película, última de terror, que entrego la mítica productora británica Hammer antes de su desaparición. Corrían los años setenta, el cine de terror y todos sus aficionados estaban convulsionados, producciones como El exorcista (The exorcist, 1973) habían cambiado totalmente las reglas del juego, el cine fantástico había dado un giro de 360 grados y las películas eran cada vez más explicitas y contundentes; por supuesto el público estaba encantado con esta situación, pero la posición de las productoras europeas era muy delicada e intentaban por todos los medios, adecuar sus productos a las nuevas tendencias. Coincidiendo en el tiempo con La profecia (The omen, 1976), Hammer entrego un extraño film titulado La monja poseída (To the devil a daugther), con el objetivo de reflotar la línea de navegación económica de la empresa.
La película fue una co-producción entre Inglaterra y Alemania occidental que tomaba como referencia la novela de Dennis Wheatley, escritor que tenía contrato de colaboración con Hammer, para llevar a la pantalla grande una historia de satanismo al uso, condimentada con algo de truculencia explicita y con detalles de erotismo malsano. La película presentaba el clásico enfrentamiento entre el bien y el mal en un proyecto que podría clasificarse de ambicioso, pero que no cumplió con las expectativas creadas; diferentes motivos lastraron la producción: un pequeño presupuesto, demasiados guionistas y una clara indefinición en el camino a seguir y mostrar, fueron elementos distorsionadores que eclipsaron las buenas intenciones de sus responsables, dando como resultado un film que presenta buenos elementos visuales, algunas escenas a recordar y, sobre todo, unas grandes interpretaciones, pero que en ningún momento da la impresión de despegar del todo, quedándose en un producto indefinido, a medio camino entre la propuesta clásica de la Hammer y la necesidad de nuevas emociones y enfoques que solicitaba el aficionado al cine fantástico.
Sin embargo, vista desde la distancia, La monja poseída (también conocida como Una hija para el diablo) esconde suficientes valores que permiten valorarla más allá de la época en la que fue realizada, vamos por partes: la dirección del australiano Peter Sykes es sólida y con bastante talento; sobreponiéndose al poco presupuesto, el realizador se empeña en dotar todo el metraje de un aura cercana a la ensoñación. Utilizando el recurso fotográfico conocido como “ojo de pez”, distorsiona los bordes de la foto logrando un aire muy irreal, creando una metáfora que ayuda a representar visualmente la lucha por el alma de la joven novicia. A parte de esos momentos, la lucha entre el bien y el mal esta muy bien representada, a falta de otros recursos más impresionantes, Sykes, opta por cortar las escenas, intercalando primeros planos de los protagonistas con planos más generales de la secuencia, este montaje acrecienta la sensación ominosa y dota a la obra de una atmosfera única y, a veces, asfixiante.
A parte de estos elementos técnicos, la película ofrece algunos escenas explicitas, tanto en sadismo como en erotismo, siendo esto último lo más recordado del film. No en vano la escena del ritual satánico (Christopher Lee se desnuda y enseña el trasero), como la escandalosa secuencia (escandalosa por que la protagonista era menor de edad) del desnudo integral de Nastassja, son elementos discordantes pero de una potencia inusual dentro de la película y han pasado al imaginario del aficionado como verdaderos iconos de esa época.
Dejando a parte la labor del director, conviene recalcar el buen hacer de los protagonistas principales. Christopher Lee realiza otra clase magistral de interpretación, sus miradas y gestos llevan a su personaje en volandas, encarnando con absoluta facilidad la esencia del mal, un mal teñido de una fe retorcida que pretende conducir al mundo hacia una luz pura. Esta esencia permite a Lee recrear un personaje de personalidad pasional, áspera y fanática, da miedo verle y da miedo oírle, una actuación digna del talento de este gran actor. Su contrincante es Richard Widmark, el veterano actor ofrece un papel lleno de cinismo y ambición, cercano en su esencia vital a una recreación de un personaje de cine negro, o sea alguien que lo ha visto todo, lo ha vivido todo y al que nada puede desviar de su objetivo; el personaje es bastante turbio, con el fin de conseguir información para su nuevo libro no duda en poner en peligro de muerte a todo su entorno, por lo tanto su enfrentamiento con el mal es más fruto de una redención de sus pecados que de una decisión planeada.
Ese paralelismo entre los dos personajes es bastante curioso, ambos no se plantean ningún tipo de duda moral, todo sirve para conseguir sus fines, por lo tanto la línea de separación entre el bien y el mal queda en el film bastante difusa, una ambigüedad que sirve en muchos momentos para alterar el ritmo, permitiendo al realizador dejar un campo abierto de reflexión sobre las constantes de la maldad y sus consecuencias. El tercer personaje importante es el de Catherine, interpretado por una jovencísima Nastassja Kinski; no voy a entrar aquí en la calidad de sus registros interpretativos, lo que si es cierto es que la actriz consigue convencer plenamente, su personaje fluctúa entre la inocencia y la perversidad en igual medida, dando al film múltiples ángulos y aristas que multiplican la sensación de irrealidad y terror en el espectador.
Ese paralelismo entre los dos personajes es bastante curioso, ambos no se plantean ningún tipo de duda moral, todo sirve para conseguir sus fines, por lo tanto la línea de separación entre el bien y el mal queda en el film bastante difusa, una ambigüedad que sirve en muchos momentos para alterar el ritmo, permitiendo al realizador dejar un campo abierto de reflexión sobre las constantes de la maldad y sus consecuencias. El tercer personaje importante es el de Catherine, interpretado por una jovencísima Nastassja Kinski; no voy a entrar aquí en la calidad de sus registros interpretativos, lo que si es cierto es que la actriz consigue convencer plenamente, su personaje fluctúa entre la inocencia y la perversidad en igual medida, dando al film múltiples ángulos y aristas que multiplican la sensación de irrealidad y terror en el espectador.
La producción desprende por sus cuatro costados el encanto de lo artesanal, la música de Paul Glass encaja plenamente, los efectos especiales (Les Bowie) son bastante logrados, si nos olvidamos, obviamente, de la nefasta representación visual del demonio Astaroth, la fotografía a cargo de David Watkin es fantástica, no en vano este caballero estuvo vinculado posteriormente a películas tan famosas como Carros de fuego (1981) o Memorias de África (1985). En fin un producto típicamente británico, correcto en todos sus elementos.
La película es muy desigual en su global, junto a grandes aciertos se advierten grandes lagunas, muchas de ellas producidas por el incoherente guión o por el bajo presupuesto, que empañan considerablemente el desarrollo del argumento y del ritmo; no obstante, La monja poseída, no merece el olvido y ostracismo al cual parece condenada, es un producto con suficiente poder y bastante mala leche que merece más de un visionado. Recomendada para cualquier aficionado al terror con una mínima curiosidad por el género; peores películas pero mejor consideradas, vaya usted a saber porqué, nos hemos tenido que tragar a lo largo de los años. Para mí, una gran película.
Un saludo amigos/as de El Terror Tiene Forma.
Ficha Artística
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Christopher Lee, Richard Widmark, Honor Blackman, Denholm Elliott, Michael Goodliffe, Nastassja Kinski, Eva Maria Meineke, Anthony Valentine, Derek Francis, Izabella Telezynska, Constantine Gregory, Anna Bentinck, Irene Prador, Brian Wilde, Petra Peters, William Ridoutt, Howard Goorney, Frances de la Tour, Zoe Hendry, Lindy Benson, Jo Peters, Bobby Sparrow, Ed Devereaux, Bill Horsley, Peter Sykes.
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