Aprovechando que este año se cumplen los 200 años de la publicación de 'Frankenstein o el moderno Prometeo (1818)' hoy nos remontamos a los albores del cine para repasar la primera versión cinematográfica de la novela escrita por Mary Shelley. Thomas Edison a través de su empresa, afincada en Nueva York, Edison Manufacturing Company, produjo esta curiosa, original y muy libre adaptación del clásico, rodada en tres días (hecho bastante inusual en esos años), su estreno se produjo el 18 de marzo de 1910. El film estuvo protagonizado por Charles Ogle (el monstruo), Mary Fuller (Elizabeth) y Augustus Phillips (Dr. Frankenstein) y fue dirigida y escrita por J. Searle Dawley. Al estilo de esos años, las diferentes secuencias están tintadas de diferentes colores: ocre y azul, según el momento de la acción.
Una obra pionera que tiene suficientes virtudes, por encima de su valor histórico, para satisfacer al aficionado al cine fantástico y de terror.
Con un ritmo bastante alto, una duración corta (sobre los 15 minutos), dos decorados y una condensación del libro original llevada a la mínima expresión, la película resalta por tres ideas, dos visuales y la otra filosófica, que la distancian de otros acercamientos llevados a cabo posteriormente en el mundo del cine. El proceso de creación del monstruo a cargo de Frankenstein es, en este caso, más alquímico que científico; un caldero de hierro gigante, una mixtura de extraños polvos y un contenedor con una mirilla para observar los acontecimientos, son los elementos que utiliza el doctor para dar vida al terrorífico ser.
Esta escena, bien resuelta visualmente, parece ser que se realizó quemando un títere envuelto en papel, mientras sus miembros eran movidos gracias a unos hilos; para obtener el resultado final que podemos ver en la película se proyectó la secuencia al revés, con lo que la sensación del nacimiento del monstruo era muy efectiva e impactante. Otro aspecto a comentar es la apariencia del monstruo; un maquillaje que deforma un poco la cara (creado por el mismo actor que lo interpreta), el pelo revuelto, una pequeña joroba, una manos en forma de garras y unos harapos por ropa son todos los elementos que dan forma al ser, un ser deforme y terrorífico surgido de un loco experimento con un aspecto visual cercano a lo que cualquiera puede imaginar al leer la novela, la sorpresa viene al ver al monstruo en acción, sus movimientos son ágiles, se diría que sigilosos, y sus apariciones no van acompañadas de la fuerza bruta. Esta peculiaridad contrasta con la imaginería asentada en el colectivo e instaurada por la película de James Whale y la recordada interpretación de Boris Karloff, donde sus movimientos son lentos, torpes y sus reacciones brutales e inconscientes.
Esta escena, bien resuelta visualmente, parece ser que se realizó quemando un títere envuelto en papel, mientras sus miembros eran movidos gracias a unos hilos; para obtener el resultado final que podemos ver en la película se proyectó la secuencia al revés, con lo que la sensación del nacimiento del monstruo era muy efectiva e impactante. Otro aspecto a comentar es la apariencia del monstruo; un maquillaje que deforma un poco la cara (creado por el mismo actor que lo interpreta), el pelo revuelto, una pequeña joroba, una manos en forma de garras y unos harapos por ropa son todos los elementos que dan forma al ser, un ser deforme y terrorífico surgido de un loco experimento con un aspecto visual cercano a lo que cualquiera puede imaginar al leer la novela, la sorpresa viene al ver al monstruo en acción, sus movimientos son ágiles, se diría que sigilosos, y sus apariciones no van acompañadas de la fuerza bruta. Esta peculiaridad contrasta con la imaginería asentada en el colectivo e instaurada por la película de James Whale y la recordada interpretación de Boris Karloff, donde sus movimientos son lentos, torpes y sus reacciones brutales e inconscientes.
El tercer apunte interesante es la idea sugerida de que el monstruo es en realidad la parte oscura del doctor, esta separación del alma, donde el ser racional y civilizado da paso a la aberración, entronca directamente con la novela, que no deja de ser una reflexión sobre la naturaleza humana y la génesis del mal, y con la, no menos famosa, novela de Robert Louis Stevenson titulada El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886). Esta reflexión me parece uno de los aspectos más interesantes de esta primera versión de la obra de Mary Shelley, la escena en concreto muestra un espejo donde la criatura ve su reflejo, para rápidamente desaparecer su forma física, pero no su imagen, que queda atrapada en el espejo, posteriormente el doctor se mira en el espejo y su reflejo es, primero, la criatura para después convertirse en su verdadero yo. Esta escena desprende un lirismo muy acertado y ofrece un colofón muy apropiado para reflexionar sobre la dualidad del ser humano, que siempre esconde su parte más salvaje a la vista de los demás pero no puede esconderla para sí mismo, a la vez que anhela inconscientemente, aunque sea por unas horas, liberar el monstruo interior.
La película no tuvo muy buena acogida, fue tildada por mucha gente como “repulsiva” y la escena de la creación del monstruo fue considerada una especia de “blasfemia herética”. Esta situación, junto a otros problemas, condujo al ostracismo y olvido de la película. Unos años después la productora desaparecía gracias, en buena medida, al escándalo provocado por el intento de Edison de monopolizar la industria del cine. Mucho del material producido (más de 1000 títulos) desaparecería con el cierre, entre ellos el Frankenstein que hoy nos ocupa, hasta que un coleccionista en los años 50, descubría y adquiría una copia de la misma, unos años después un historiador de cine encontraría el cartel original en los archivos originales de Edison. A partir de este momento, el reconocimiento fue extendiéndose y, como pasa muchas veces, el valor histórico y artístico de la obra fue absolutamente reconocido.
Yo recomiendo encarecidamente el visionado de éste Frankenstein, amén de ser una obra pionera, el film tiene suficientes virtudes, por encima de su valor histórico, para satisfacer al aficionado y, de paso, conocer de primera mano cómo el cine fantástico y de terror ha ido creciendo y desarrollándose a partir de ideas germinadas muchos años antes.
Hasta la próxima amigos/as de El Terror Tiene Forma.
Ficha Técnica
|
Año: 1910 / Director: J. Searle Dawley / Guión: J. Searle Dawley / Maquillaje: Charles Ogle / País: USA / Duración: 14m. / Formato: 35mm / Proporción: 1.33: 1 / B/N (tintada) , Muda
|
Ficha Artística
|
Mary Fuller, Charles Ogle, Augustus Phillips
|