Vamos a dedicar este editorial al rey del softcore, al hombre que perdía la compostura cuando veía una mujer con inmensas tetas, al voyeur que nos abrió las puertas del infierno a muchos de nosotros, al erotómano que nos trajo a Tura Satana, Kitten Natividad, Sharon Kelly, Haji o Raven de la Croix entre otras, todas ellas mujeres macizas y violentas que llenaron (nunca mejor dicho) con sus inmensos encantos naturales todas las películas de este señor, en definitiva, al creador de un estilo de cine que sigue sorprendiendo, aún hoy en día, por su frescura, originalidad y descaro. Vamos a sumergirnos en una de las mentes más viciosas, maliciosas y geniales que nos ha dado, el mal llamado, cine de serie B. Pasen y vean.
Russell Albion Meyer nació el 21 de Marzo de 1922 en San Leandro (California), su padre William Arthur Meyer, de profesión policía, su madre Lucinda Hank Howe, de profesión enfermera, ya estaban separados cuando el pequeño Russ vio la luz por primera vez. Desde pequeño ya demostraba una afición natural por la fotografía y el cine, por lo que a los catorce años le regalan su primera cámara de cine, a partir de ese momento todo lo que rodea al chaval es filmado y clasificado en un primer, e involuntario, acto de voyeurismo, afición que a la postre le haría famoso años después.
A raíz del bombardeo Japonés a Pearl Harbour, Estados Unidos esta en guerra y nuestro joven amigo se alista en el ejército como cámara, lo que le permite adquirir una completa formación cinematográfica. Al acabar su formación es enviado al frente y sigue el avance, entre otros, de los generales Omar Bradley y del famoso George S. Patton, hasta que rueda en Paris la entrada del general Lecler en el día de la liberación, años después algunas de esas escenas salen en la película “Patton (1970)” dirigida por Franklin J. Schaeffner y protagonizada por George C. Scott. Durante esa época conoce a un joven Hemingway que lo lleva a un burdel y consigue que nuestro protagonista pierda su virginidad, anécdotas como esta quedaron grabadas a fuego en el cerebro de Russ y por eso, siempre que tenía ocasión, rememoraba esos tiempos con deleite y fruición.
Después de licenciarse, trabaja como representante para Kodak y en 1946 se coloca como documentalista en Gene Walker Productions, los siguientes años los dedica a rodar diferentes fábricas, astilleros y un largo etcétera de industrias norteamericanas. En 1950 la vida de Russ esta a punto de dar un vuelco, dos acontecimientos importantes en la vida de nuestro amigo le permiten entrar en la recién estrenada década de los 50 con nuevos brios, por un lado entra a trabajar como fotógrafo de desnudos para una empresa de reciente creación: Playboy. Paralelamente conoce a Eve Turner que pronto se convierte en su esposa, esta relación, tanto sentimental como profesional, crea los cimientos para el crecimiento como cineasta y empresario de Meyer. La relación marital perdura durante doce años pero la profesional se alarga hasta la década de los 70.
Pero vamos paso a paso, en el año 1950 Russ había rodado una película de bajo presupuesto titulada “The French Pep Show”, cuentan los más viejos del lugar que la peli es una sucesión de actuaciones de bailarinas exóticas, a cada cual más excitante y caliente (me muero por verla, aunque creo que eso es imposible).
Sus trabajos para Playboy y otras revistas de la época pronto adquieren relevancia y su objetivo atrapa a las más bellas actrices y pin-ups del momento, Gina Lollobrigida, Jayne Mansfield, Joan Collins, Mamie Van Doren, Tempest Storm y otras muchas son inmortalizadas en sus fotografías, su fama crece como la espuma. En sus ratos libres intenta trabajar en la industria del cine, consiguiendo pequeños trabajos, sin acreditar, como foto fija en películas como “Gigante” de George Stevens o “Ellos y ellas” de Joseph L. Mankiewicz, también participa como operador en algunas series televisivas.
El año 1959 lo celebra rodando la película “The Immoral Mr. Teas”, con un mínimo de guión, la película es un desfase de ideas, cercano a la locura, mezclado con muchas mujeres semi-desnudas retozando divertidas delante de la cámara. La película no tiene dialogo, todo el nexo de unión se consigue con una voz en off que narra las aventuras de Mr. Teas con un estilo serio y académico, que por supuesto chirría, como los frenos de un coche fuera de control, con las alucinadas imágenes que estamos viendo en pantalla. Este film es un estupendo aperitivo, divertido e irreverente, que anticipa muchas de las obsesiones que posteriormente Meyer plasmaría tan acertadamente en el resto de su producción artística.
La década de los 60 la inicia montando con su mujer la productora Eve Productions Inc., de todas maneras, creo que por hoy es suficiente, en la segunda parte de este artículo nos adentraremos en la época más divertida y salvaje de este director.
Un saludo.