Calvin
Reeder es
un director bastante desconocido por estos lares al que quizás su última
película, The rambler (2013), logre
colocar en el punto de mira de los buscadores de rarezas. Desconozco su obra
previa como cortometrajista así como su opera prima, The oregonian (2011), y no negaré que su segunda película no me ha
motivado a la hora de aventurarme a descubrir su trabajo. Con ello no quiero
decir que The rambler sea una mala
película, no lo es, pero tampoco me parece buena. Si un adjetivo le sienta bien
a esta obra es el de extraña.
La película tiene meritos, como su
ritmo, pausado pero sin caer en la apatía, también algunos aciertos de
fotografía y algunas imágenes sugerentes al combinar la estética de western
noir con el terror. Quizás su mayor virtud es la combinación de géneros que a
pesar de ser variada no molesta y el director consigue integrar de manera
acertada. Tenemos desde neo western, terror, fantasía , cine negro y hasta
varias constantes de cine independiente. A partir de aquí empiezan los inconvenientes.
Los ambientes de la película están demasiado influidos, en exceso diría, por los trabajos de David Lynch y Barry Gifford. Del primero toma la parte onírica, el uso del color y el sonido, la abstracción, las explosiones de gore, resumiendo, el surrealismo. Del segundo la descripción de ambientes, el escenario fronterizo, los personajes extraños. El problema es que si en la obra de los citados autores, el uso de estas constantes es un medio para contar una historia, para Reeder es el fin en sí mismo. Y a eso nos enfrentamos con esta película, ¿a dónde quiere ir? ¿qué quiere contar? Muy posiblemente la respuesta a ambas preguntas es la nada. Y si bien la película usa el género negro para introducir cierto poso nihilista, por momentos esto parece una excusa para encubrir las limitaciones del director como guionista. Las situaciones y personajes no acaban de pasar de la mera anécdota durante todo el metraje, hasta llegar a un final que supone lo peor de la película, solo salvado, como he dicho antes, por algunas imágenes sugerentes. Como retrato de la América profunda tampoco funciona ya que de nuevo, todo parece tan impuesto y tópico que por mucho surrealismo que se pretenda acaba por resultar totalmente vacuo.
En el apartado interpretativo se puede destacar la composición de Dermot Mulroney, si bien el actor siempre ha sido un tanto limitado, su madurez le hace ser consciente de la interpretación que tiene que ofrecer, y no duda en jugar con su carisma e imagen de tipo duro.
Los ambientes de la película están demasiado influidos, en exceso diría, por los trabajos de David Lynch y Barry Gifford. Del primero toma la parte onírica, el uso del color y el sonido, la abstracción, las explosiones de gore, resumiendo, el surrealismo. Del segundo la descripción de ambientes, el escenario fronterizo, los personajes extraños. El problema es que si en la obra de los citados autores, el uso de estas constantes es un medio para contar una historia, para Reeder es el fin en sí mismo. Y a eso nos enfrentamos con esta película, ¿a dónde quiere ir? ¿qué quiere contar? Muy posiblemente la respuesta a ambas preguntas es la nada. Y si bien la película usa el género negro para introducir cierto poso nihilista, por momentos esto parece una excusa para encubrir las limitaciones del director como guionista. Las situaciones y personajes no acaban de pasar de la mera anécdota durante todo el metraje, hasta llegar a un final que supone lo peor de la película, solo salvado, como he dicho antes, por algunas imágenes sugerentes. Como retrato de la América profunda tampoco funciona ya que de nuevo, todo parece tan impuesto y tópico que por mucho surrealismo que se pretenda acaba por resultar totalmente vacuo.
En el apartado interpretativo se puede destacar la composición de Dermot Mulroney, si bien el actor siempre ha sido un tanto limitado, su madurez le hace ser consciente de la interpretación que tiene que ofrecer, y no duda en jugar con su carisma e imagen de tipo duro.
Así pues, no podemos recomendar esta obra,
a pesar de que si Reeder consigue un guión sólido que cuente algo puede llegar
a ser capaz de dirigir una buena película.
Alex Turol
Ficha Técnica
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Año: 2013 / Director: Calvin Reeder / Productor:
Nate Bolotin, Christo Dimassis, James Lejsek, Roger M. Mayer, Clayton
Young / Guión: Calvin Reeder /
Fotografía: Dave McFarland / Música: Scott Honea, Jed Maheu,
Heather McInstoh / Dirección
Artística: Bobby Marinelli / Maquillaje:
Claudia Breckenridge, Jason Collins, Collette Tolen / FX: Joe Badiali / Efectos
Visuales: Buzz Pierce / País: USA
/ Duración: 97' / Color
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Ficha Artística
Dermot Mulroney, Lindsay
Pulsipher, James Cady, Natasha Lyonne, Scott Sharot, Christopher Dempsey,
Robyn Reede, Paul Blott, Carrie Lazar, Sherril Johnson, Fran Martone, Matt
Olsen, Jed Maheu, Christo Dimassis, Ragini Bhaumik, John Hardman, Nestor
Birner, Roger M. Mayer, Chris Ranney, Elana Krausz, Stephen Eiland, Vincent
E. McDaniel, Michael Buccioni.
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