En el Festival de Sitges del año 2007, Jim
Mickle, sorprendía a propios y extraños con su primera película, una obra de
bajo presupuesto (60.000$) titulada Mulberry Street, en ella con un espíritu muy cercano a los primeros
trabajos de Abel Ferrara y con una atmósfera particularmente opresiva y/o
sucia, se narraba la propagación, gracias a las ratas, de una infección mortal
por las calles de Manhattan, que convertía a cualquier humano infectado en una
especie de rata-humana mutante sedienta de sangre. El trabajo realizado nos
descubría a un narrador eficaz, creativo, que hacía maravillas con el bajo
presupuesto que tenía en las manos y poseedor de un talento innato para crear
personajes sólidos y bien desarrollados.
En el año 2010 Mickle volvía a la carga, esta
vez la propuesta no era tan modesta y sí bastante más arriesgada. El nuevo
proyecto se titulaba Stake Land (literalmente Tierra de Estacas) y contaba con
un presupuesto de cuatro millones de dólares.
El argumento es bastante básico: a raíz de una guerra bacteriológica la tierra ha sido devastada, una misteriosa plaga convierte a la gente en sedientos vampiros y toda América se ha convertido en coto de caza de grupos diseminados que intentan sobrevivir a toda costa. En medio de ese caos un joven huérfano y Mister, un veterano cazador de vampiros, intentan llegar hasta New Eden (Canadá), una tierra ajena, supuestamente, a la enfermedad que asola al resto del mundo.A simple vista el argumento puede parecer bastante reiterativo y ya conocido; un futuro post-apocalíptico plagado de vampiros, zombies, hombres-lobo o cualquier otra amenaza no es desde luego nada original, ¿donde está pues la diferencia que permite a Stake Land diferenciarse de cientos de producciones en las mismas coordenadas argumentales?, pues básicamente en el talento de su realizador que no permite que los monstruos sean el centro de la función, como él mismo ha declarado en algún momento 'Stake Land no es una película de vampiros, es una película con vampiros', esto convierte a los monstruos en un elemento más dentro de la película no en el centro de la misma, con lo cual Mickle deja las puertas abiertas para enseñarnos otros elementos más perturbadores e inquietantes. La capacidad del ser humano para la violencia y la deshumanización unido a la capacidad de supervivencia innata en el hombre es una constante en el film, la devastación de la civilización y el peligro de los extremismos religiosos son dos aristas más dentro de la trama, cuyo eje principal gira alrededor de los personajes; al igual que en su primer film, el director gusta de construir personajes complejos, fascinantes, llenos de vida y matices que enriquecen considerablemente el desarrollo de la historia.
Por un lado tenemos al caza vampiros recreado
por Nick Damici, de carácter sombrío y solitario, perfectamente integrado, casi
simbiótico, con el entorno y la dureza del mismo que, como un anti héroe al
uso, sobrevive sin sentimentalismos que lo debiliten, creando una mezcla de
honor y dignidad que recuerda a no pocos personajes crepusculares más propios de
un western que de una película de terror. En el otro lado de la balanza tenemos
al joven huérfano, él debe crecer, endurecerse, en un tortuoso viaje iniciático
que lo lleva de la adolescencia a la madurez en medio de charcos de sangre y
muertes violentas. Alrededor de estos dos personajes centrales, unos cuantos
secundarios refuerzan las sensaciones que pretende transmitir el director;
Kelly McGillis interpreta con fuerza y credibilidad a una monja que se salva
de ser violada gracias a la intervención de Mister, este personaje crea un
fuerte vínculo con los dos protagonistas siendo pieza clave para entender el
desarrollo del film; también tenemos al líder de la secta religiosa, un hombre
peligroso, violento, trastornado que cree que los vampiros son instrumentos
enviados por Dios para limpiar la podredumbre del mundo y actúa en consonancia,
por lo tanto se refuerza la idea de que el peligro más grande para el hombre es
el mismo hombre, reflexión que da un barniz más oscuro, si cabe, a la trama.
Para finalizar una chica embarazada y un soldado abandonado a su suerte
conforman el núcleo central de Stake Land; todos estos elementos conforman el
santo y seña de ésta producción: un análisis sobre la amistad, la
supervivencia, el caos, la esperanza y la redención, envuelto todo ello en una
película de género, brillante, por momentos conmovedora, que reflexiona y
critica (a partes iguales) sobre la condición humana.
Respecto a la parte técnica comentar que tiene
un ritmo mesurado y reflexivo que incluso se permite algún momento épico que
algunos podrían criticar por grandilocuente (no lo es, que conste), este tempo
tan controlado se rompe con los estallidos de violencia y sangre,
brillantemente filmados y resueltos, que regalan una atmósfera de desesperación
y crueldad realmente poderosa. Acompañando a una dirección realmente eficaz, la
fotografía a cargo de Ryan Samul y la banda sonora de Jeff Grace, aportan una
consistencia al conjunto digna de elogio.
No hace falta decir que Stake Land me ha
gustado, bueno en realidad me ha gustado muchísimo, y no puedo dejar de
compararla con otra película reciente que también utilizaba muchos de los
recursos y elementos que ésta posee, me estoy refiriendo a The Dead de los
hermanos Ford. Ambas construyen a la perfección un mundo devastado a partir de
los personajes, de su personalidad y de sus anhelos, siendo la pandemia que los
acosa el menor de sus problemas. Es curioso observar que ambos films también
comparten presupuestos no demasiado elevados, que sin embargo lucen en pantalla
verdaderamente majestuosos, al contrario que en otras producciones en las
cuales el elevado presupuesto no hace más que lastrar la película.
En definitiva, Stake Land es una 'road movie' post-apocalíptica intensa que nos regala momentos inolvidables y nos invita a reflexionar sobre el camino que el cine de género tendría que abrazar sin cortapisas. Una historia bien narrada, bastante violenta y hecha desde el corazón, ¿qué más se puede pedir?, recomendable al cien por cien.
Saludos, amigos/as de El Terror Tiene Forma.
FICHA TÉCNICA
Título: STAKE LAND (2010 / USA / 98′ / Color)
Otros Títulos: VAMPIRE NATION (Alemania) / TIERRA DE VAMPIROS (México)
Fecha de Estreno: 22 / 04 / 2011
Director: Jim Mickle
Productor: Derek Curl / Larry Fessenden / Adam Folk / Brent Kunkle / Peter Phok
Guión: Jim Mickle / Nick Damici
Edición: Jim Mickle
Fotografía: Ryan Samul
Dirección Artística: Michael Ahern / Beck Underwood
Diseño de Producción: Daniel R. Kersting
Música: Jeff Grace
Maquillaje: Ivy Ermert / Pete Gerner / Brenna McGuire / Brian Spears / Ashley Thomas / Jessica Toht
Efectos Visuales: Chris Gelles / David Isyomin / Glenn McQuaid / Jim Mickle
FICHA ARTÍSTICA
Nick Damici, Connor Paolo, Traci Hovel, Tim House, James Godwin, Marianne Hagan, Stuart Rudin, Adam Scarimbolo, Vonia Arslanian, Kelly McGillis, Michael Cerveris, Heather Robb, Danielle Harris, Eilis Cahill, Sean Nelson, Larry Fessenden, Jim Mickle, Angelique Biasutto. Jean Brassard, Phyllis Bash, Bonnie Dennison, Eric Stanze, Graham Reznick.
Título: STAKE LAND (2010 / USA / 98′ / Color)
Otros Títulos: VAMPIRE NATION (Alemania) / TIERRA DE VAMPIROS (México)
Fecha de Estreno: 22 / 04 / 2011
Director: Jim Mickle
Productor: Derek Curl / Larry Fessenden / Adam Folk / Brent Kunkle / Peter Phok
Guión: Jim Mickle / Nick Damici
Edición: Jim Mickle
Fotografía: Ryan Samul
Dirección Artística: Michael Ahern / Beck Underwood
Diseño de Producción: Daniel R. Kersting
Música: Jeff Grace
Maquillaje: Ivy Ermert / Pete Gerner / Brenna McGuire / Brian Spears / Ashley Thomas / Jessica Toht
Efectos Visuales: Chris Gelles / David Isyomin / Glenn McQuaid / Jim Mickle
FICHA ARTÍSTICA
Nick Damici, Connor Paolo, Traci Hovel, Tim House, James Godwin, Marianne Hagan, Stuart Rudin, Adam Scarimbolo, Vonia Arslanian, Kelly McGillis, Michael Cerveris, Heather Robb, Danielle Harris, Eilis Cahill, Sean Nelson, Larry Fessenden, Jim Mickle, Angelique Biasutto. Jean Brassard, Phyllis Bash, Bonnie Dennison, Eric Stanze, Graham Reznick.