Hola amigos/as de El Terror Tiene Forma, como este fin de semana he ido bastante liado y no me ha dado tiempo de preparar un post nuevo, he decidido recuperar un artículo publicado en el año 2011, en estas mismas páginas, dedicado a la película 'El Fotógrafo del Pánico' y de paso añadir algún comentario más sobre esta increíble producción; aclarado el tema y con vuestro permiso vamos al lio.
'Peeping Tom, sin mostrar una sola gota de sangre, consigue provocar, agredir y sacudir sin contemplaciones al espectador'
SINOPSIS:
Mark Lewis tiene una fijación con el cine, durante el día trabaja como ayudante de cámara en unos estudios cinematográficos, combinando este trabajo con sus colaboraciones con un avispado comerciante realizando fotos pornográficas. Por la noche con su cámara escondida debajo del abrigo, sigue por las calles del Soho londinense a las prostitutas, para posteriormente, sin dejar de rodar, asesinarlas, intentando capturar en el celuloide la esencia del miedo y del pánico. Helen, una chica que vive en su mismo edificio, se siente atraída por él, iniciando una peculiar relación. A partir de ese momento una espiral de locura y muerte conducirá a Mark hacia su final.
OPINIÓN: Esta es la premisa argumental de una de las películas que en su época fue más injustamente despreciada; como es lógico, actualmente El fotógrafo del pánico (Peeping Tom, 1960) está considerada una obra importante (para muchos una obra maestra total e indiscutible), que se ha convertido en una referencia ineludible e influyente para muchos directores posteriores. Al igual que en Psicosis de Hitchcock, también estrenada en 1960, se muestran sin ambages, las turbaciones del alma y los laberintos psicológicos que destrozan la mente humana y conducen, irremediablemente, a la locura. Las similitudes entre ambas obras se concentran, principalmente, en la creación de un nuevo rostro para el mal absoluto, un mal originado en los traumas infantiles, que desemboca en un monstruo muy cercano, terrible e integrado dentro del contexto social; poseídos por su propia pesadilla, tanto Norman Bates como Mark Lewis, buscan su particular redención y su oasis vital, en un camino sin vuelta atrás que se inició muchos años antes. Este modelo de psicópata está, por supuesto, muy asimilado actualmente, pero no hace falta un ejercicio mental demasiado intenso, para comprender el impacto social que tuvo en los años sesenta.
Sin embargo la suerte comercial de ambos films fue bien distinta, si para Hitchcock supuso la culminación artística de su carrera y su inmortalización como director, para Powell fue un descenso a los infiernos que casi acabó con su carrera, si Psicosis fue aclamada como una obra maestra, Peeping Tom fue calificada de repulsiva y enfermiza. ¿Por qué tanta diferencia entre una y otra?, ¿Por qué una fue bien recibida por crítica y público y la otra fue repudiada y olvidada?, la respuesta está en el tratamiento dado a cada una de ellas, Hitchcock no arriesgó tanto en su planteamiento, a pesar de romper, con evidente placer, con algunas estructuras visuales y narrativas predominantes en la época, su película está más orientada hacia el gran público y su acabado es más redondo; Hitchcock hace ostentación de una agilidad y un dominio del suspense magistral, pero no busca profundizar, más allá de lo necesario, en los traumas de Norman; por el contrario Powell arriesga mucho más y ofrece un producto de estructura más desigual pero igualmente perturbadora, tanto en su planteamiento como en su desenlace, que necesitaba de una predisposición por parte del espectador no siempre fácil de conseguir. El director busca reflexionar sobre el miedo y sobre los resortes que lo provocan, pero no se limita a estos elementos, su propuesta se construye a partir de una historia sobre el cine dentro del cine, un ejercicio que destroza las fronteras del que lo crea y el que lo degusta, una mirada obsesiva y retorcida que se convierte en una obra realmente aterradora, que, a pesar de su incuestionable valor, todavía hoy en día es plato minoritario y bastante desconocido.
Dejándonos de comparaciones, siempre odiosas y normalmente injustas, centrémonos en el film sin más dilación. A través de la cámara de su protagonista Mark Lewis (gran interpretación de Carl Boehm) que no es otra cosa que un espejo distorsionado de su perturbada mente, asistimos a una inútil búsqueda en post de la imagen más aterradora y del miedo supremo; cámara en mano Lewis filma sus acercamientos a las víctimas y su posterior asesinato, para después en la soledad de su casa revelar y proyectar las imágenes, como es lógico esta carrera en busca de la perfección solo acrecienta su obsesión y frustración, lo cual se traduce en más asesinatos, un círculo vicioso que podría convertirse en infinito si no es por la aparición de Helen (Anna Massey), una joven vecina de Lewis, que siente especial cariño y atracción hacia el joven, convirtiéndose de esta manera en la única mujer que está a salvo de ser filmada y, por lo tanto, de ser asesinada. Powell se siente cómodo contando esta historia, superpone diferentes elementos (voyeurismo, masoquismo, traumas psicológicos, manipulación y sadismo parental, crítica hacia su profesión), construyendo un puzzle que destaca por sus momentos de tensión, que le permiten pasar de puntillas por encima de las carencias del guión y de los momentos más intrascendentes del mismo.
El uso de una paleta cromática estridente, chillona y saturada que busca la agresión visual, logra una atmósfera malsana y realista que resulta ser un complemento perfecto, por su frialdad, para erigir una metáfora sobre la realidad del entorno donde se mueve el protagonista y la irrealidad por donde vaga su mente. Un laberinto de sentimientos, sensaciones, frustraciones y miedos son plasmados, brutalmente, sin concesiones y Powell se encarga de fusionarlos en perfecta armonía, una armonía visual que sin embargo produce no poco desasosiego al espectador.
Otro aspecto a destacar es la voluntaria obsesión de introducir al espectador en el punto de vista del asesino; despojando de cualquier misterio a la historia (la identidad del agresor se revela a los pocos minutos de película), el único recurso en manos del director para provocar una sensación de miedo real es, precisamente, involucrar en la trama al espectador, convirtiéndolo en protagonista de los acontecimientos. En este aspecto el inicio del film es perfecto: el acercamiento a la prostituta, la distancia entre el asesino y su víctima en la cual la cámara se presenta como la frontera que no debe ser traspasada y el asesinato posterior, explotan las constantes del mirón que todos llevamos dentro, reflejando sin contemplaciones la dualidad de lo real y lo irreal, de la fantasía contra el entorno civilizado que nos subyuga, en definitiva palpa y cuestiona la hipocresía de una sociedad desorientada y envuelta en normas de conducta muchas veces ridículas. El morbo que el ser humano siente por observar las desgracias ajenas es sin duda, uno de los ejes del film; a los ojos de Mark la vida es una película que absorbe la realidad cotidiana, un ejercicio de vampirismo, en el cual la mirada adquiere una importancia abrumadora que sugestiona, casi hipnotiza, provocando una sucesión de emociones difícilmente superables. Este elemento es, quizás, uno de los principales motivos del poco éxito comercial que obtuvo en su estreno, sabido es que al ser humano no le gusta su reflejo (en la película el espejo se usa para angustiar todavía más a la víctima) y que prefiere maquillar su lado morboso por capas y más capas de esforzada moralidad y superficialidad, por lo tanto es de suponer que ese ejercicio de voyeurismo propuesto e impuesto, que desnuda de artificios la condición humana, provocó no pocas reacciones adversas. Unido a este elemento, nos enfrentamos también con una película cruel y bastante misógina, que sin mostrar una sola gota de sangre, consigue provocar, agredir y sacudir sin contemplaciones, un puñetazo en toda regla a las limitaciones estilísticas de la época.
Michael Powell pone al servicio de esta película sus amplios conocimientos cinematográficos adquiridos tras largos años de profesión. Una perfección técnica incomparable cubre todo el metraje, en el cual diferentes estratos o géneros se superponen para crear un universo personal y esquivo, de esta manera pequeñas gotas de romanticismo, algún desliz en forma de musical, pequeñas dosis de humor negro y bastantes influencias expresionistas, componen un global, si no perfecto sí impresionante, que recuerda a no pocas películas anteriores, anticipando, a su vez, una manera de entender y ver el cine visionaria, que acabaría por imponerse años después como dogma en los thrillers de carácter psicológico. Powell concibe el medio, su profesión y el resultado final del mismo proceso creativo como un ente total de expresión / efectividad y metafóricamente se convierte en un estudio sobre la autodestrucción del artista y, paralelamente, del ser humano.
Poco más se puede añadir, sólo queda recomendar encarecidamente el visionado de esta obra, pasar por alto los defectos que pueda tener (ritmo y algunas escenas intrascendentes) y concentrarse en la aguda y ácida mirada, que el realizador concibió como un ejercicio de creatividad, no exento de riesgo y que, a la postre, le costó el ostracismo en la profesión en la cual había destacado. Un film a recuperar que, como ya he comentado, anticipó muchos de los tics (argumentales y visuales) que posteriormente han sido repetidos hasta la saciedad.
Un saludo amigos/as de El Terror Tiene Forma y recordad que la cámara puede, fácilmente, robar el alma del inmortalizado.
FICHA TÉCNICA
Título: EL
FOTÓGRAFO DEL PÁNICO (1960 / UK / 97' / COLOR)
Título V.O.: PEEPING TOM
Director: Michael Powell
Productor: Michael
Powell / Albert Fenell
Diseño de Producción:
Dirección Artística: Arthur Lawson
Edición: Noreen
Ackland
Guión: Leo Marks
Música: Brian
Easdale
Fotografía: Otto
Heller
Maquillaje: Pearl Orton / W.T.
Partleton
FICHA ARTÍSTICA
Karlheinz
Böhm (Carl Boehm), Moira Shearer, Anna Massey, Maxine Audley, Brenda Bruce,
Miles Malleson, Esmond Knight, Michael Goodliffe, Martin Miller, Jack Watson,
Shirley Anne Field, Pamela Green. Sin acreditar:
John Barrard, Keith Baxter, John Chappell, Robert Crewdson, Roland Curram,
Nigel Davenport, John Dunbar, Maurice Durant, Paddy Edwards, Cornelia Frances,
Veronica Hurst, Pete Murray, Margaret Neale.