Lejos de ser una obra maestra pero si conteniendo todos los elementos que hicieron que el cine de terror británico conociera una de sus épocas más satisfactorias y recordadas, The creeping flesh, conocida en nuestro país con el, no demasiado original, título de El esqueleto prehistórico, es un film de esos que te hacen pasar un buen rato delante de la televisión, de esos que te hacen ver como ha cambiado la industria audiovisual, tanto artística como técnicamente, en pocos años y no siempre a mejor, un film, en definitiva, que presenta las características atmósferas y situaciones que la productora Hammer se saco de la manga y que sirvieron de hoja de ruta, para que otras empresas, por ejemplo Amicus o Tigon, se embarcaran en proyectos que, aunque seguían las coordenadas marcadas por Hammer, tenían una personalidad propia (muy marcada en Amicus, más difusa en Tigon), creando innumerables y esplendidas películas que ayudaron a dar forma a un concepto cinematográfico perfectamente reconocible por los aficionados al terror y al fantástico, un concepto que ya es parte insustituible de la historia y que, aun hoy en día, sigue provocando no pocos placeres y bastantes escalofríos, señal inequívoca de la calidad de esas producciones.
El esqueleto prehistórico fue financiado por la productora Tigon, que ya había realizado notorias incursiones en el género fantástico y de terror, teniendo en su haber títulos tan conocidos como Witchfinder General (1968), Cry of the banshee (1970) o The sorcerers (1967). Esta empresa, siempre a rebufo de Hammer y Amicus, no es, ni mucho menos, pieza poco importante dentro del cine de terror británico, sus producciones siendo de carácter más anárquico y no creando una marca de fábrica reconocible para el espectador, son, sin embargo, apreciadas como verdaderas curiosidades, algunas de ellas consideradas incluso de culto, que fortalecieron los años sesenta y setenta, dando una imprescindible bocanada de oxigeno puro al cine fantástico y de terror. Si os parece, adentrémonos en la película, que al fin y al cabo es el motivo del post de hoy.
El argumento de The creeping flesh es sencillo: el profesor Emmanuel Hilder (Peter Cushing) acaba de regresar de un viaje científico realizado en Papua (Nueva Guinea), en el cual ha encontrado un gigantesco y extraño esqueleto antropoide. Recibido por su hija Penelope (Lorna Heilbron), esta le comunica que la situación económica de la familia es preocupante, el profesor no se ve afectado por la noticia pues esta completamente convencido de que su descubrimiento pasara a la historia científica como el eslabón perdido de la historia de la evolución. Después de recibir una carta de su hermano James Hilderm (Christopher Lee), director de una casa de salud mental, decide visitarlo, Una vez allí se le comunica que su mujer, ingresada muchos años atrás, ha fallecido, James también aprovecha para comunicarle a su hermano de que ya no va a financiarle ninguna expedición más, ya que necesita todos sus recursos financieros para sus propios proyectos científicos. Emmanuel se sumerge en la investigación del esqueleto y durante una, rutinaria, limpieza del mismo se da cuenta de que los viejos huesos reaccionan al contacto con el agua, desarrollando nueva vida orgánica. A partir de ese momento abandona su teoría del eslabón perdido, su nueva investigación esta centrada en demostrar que el mal, es en realidad un virus que se puede aislar y en consecuencia se puede neutralizar. Una serie de acontecimientos le probaran de que su idea no esta muy lejos de la realidad.
Dirigida por el gran Freddie Francis (1917-2007), ya en ese momento un veterano guionista y realizador, con películas tan impactantes a sus espaldas como El abismo del miedo (Nightmare, 1964) o Condenados de ultratumba (Tales from the cryp, 1972), adapta en esta producción un guión de Peter Spenceley y Jonathan Rumbold con su habitual pericia y contención. Su trabajo, sin estar entre los mejores de su carrera, si que mantiene las constantes vitales, consigue mantener una gran dignidad, a pesar del corto presupuesto y logra mantener en muchos momentos una atmosfera malsana que da muchos puntos a la película.
Con una ambientación magnifica, habitual en el terror británico, el film es un ejercicio de saber hacer y de artesanía cinematográfica, pasando por encima de un, por momentos, incoherente guión. Este último elemento es el culpable de que la película no sea totalmente redonda, ya que el libreto usa una línea argumental principal (el esqueleto y todo lo que comporta el descubrimiento) mezclándola con dos líneas argumentales secundarias, puestas para dar un innecesario vehiculo de trasmisión al global del film. Estas dos líneas secundarias, el loco fugado y el pasado de la mujer de Emmanuel, enturbian más que aclaran el devenir de los acontecimientos, dando la impresión de ser recursos utilizados para enmascarar la falta de ideas que mantengan vivo el interés de la trama principal. Una lastima pues ideas tan originales como la maldad vista como un virus, transportada en las células de la sangre por un ser prehistórico y posible desencadenante de una plaga mortal para el ser humano, son elementos que hubieran necesitado de una mayor presencia y profundidad en el film, y, desde luego, hubieran elevado considerablemente la calidad del mismo.
Al visionar la película vienen a la mente recuerdos de otras producciones o historias, no se si consciente o inconscientemente usadas por los guionistas, lo cierto es que el argumento me recuerda, a grosso modo, el utilizado en la excelente Pánico en el Transiberiano (Horror Express, 1972) de Eugenio Martín, también se detectan ciertos reflejos del Dr. Jekyll y Mr. Hyde y alguna que otra influencia de Frankenstein, influencias todas ellas que por fáciles, no dejan de ser representativas de lo escrito en el párrafo anterior.
En cuanto a las labores interpretativas nada que objetar, como siempre el dúo por excelencia del terror británico brilla con luz propia. En este caso el protagonismo cae por completo en un atribulado y adecuadamente intenso Peter Cushing, sin embargo, a pesar de que su personaje es secundario, Lee da vida a un personaje avieso, avaricioso y sin escrúpulos que, sin mucha presencia, logra que su aura malvada sea manifiesta durante todo el metraje. Acompañando a la pareja nos encontramos con George Benson, Michael Ripper, Dan Meaden o Tony Wright, todos ellos muy correctos en sus papeles.
Paul Ferris (1941-1995) se encargó de la música, sus trabajos para El General Witchfinder (Witchfinder general, 1968), El deseo y la bestia (The blood beast terror, 1968) o Los brujos (The sorcerers, 1967), siempre habían sido elegantes, atmosféricos y adecuadamente terroríficos, por supuesto en la película que hoy nos ocupa no podía ser de otra manera, una brillante banda sonora para las andanzas del esqueleto prehistórico.
A cargo de la fotografía nos encontramos con otro veterano curtido en mil batallas, Norman Warwick (1920-1994) ya había dejado constancia de su buen hacer en películas tan emblemáticas como El abominable Dr. Phibes ( The abominable Dr. Phibes, 1971) o en Dr. Jekyll y su hermana Hyde (Dr. Jekyll & Sister Hyde, 1971), poco se puede decir de su labor en The creeping flesh, como siempre sobrio, elegante y sabiendo utilizar los cortos presupuestos para beneficiar el resultado final de la producción, un maestro en esta lides, sin duda.
Poco más, una película, con sus aciertos y defectos, totalmente recomendada para pasar una tarde de verano delante de la tele, con cervecitas y en agradable compañía. Seguro que bajo esos parámetros The creeping flesh no puede defraudar.
Ficha Técnica
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Año: 1973 / Director: Freddie Francis / Productor: Michael P. Redbourn, Norman Priggen, Tony Tenser / Guión: Peter Spenceley, Jonathan Rumbold / Fotografía: Norman Warwick / Música: Paul Ferris / Dirección Artística: George Provis / Maquillaje: Roy Ashton, Barbara Ritchie / País: UK / Duración: 94m. / Formato: 35mm / Proporción: 1.85: 1 / Color
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Ficha Artística
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Peter Cushing, Christopher Lee, Lorna Heilbron, George Benson, Kenneth J. Warren, Duncan Lamont, Harry Locke, Hedger Wallace, Michael Ripper, Catherine Finn, Robert Swann, David Bailie, Maurice Bush, Tony Wright, Marianne Stone, Alexandra Dane, Jenny Runacre, Larry Taylor, Martin Caroll, Dan Meaden, Sue Bond
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