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09 diciembre 2016

rawpower63

El caso de Lucy Harbin / Strait-jacket (1963)

Portada de la edición española del dvd El caso de Lucy Harbin
Hola amigos/as, para el día de hoy recupero un post del año 2011, aprovechando la actualización del mismo que he realizado. Saludos y vamos al asunto.
Normalmente el nombre de William Castle (1914 / 1977) siempre se relaciona y se recuerda con las campañas publicitarias o de marketing directo (gimmicks que dicen los yanquis), que ideaba y utilizaba para promocionar sus películas. No se puede negar la verdad, Castle era un auténtico maestro en estas lides, pero parece un poco injusto obviar las demás facetas que este personaje atesora en su curriculum. Un hombre que rodó 63 películas, produjo 24, intervino como actor en 16 y escribió el libreto de otras 7, no puede ser solamente recordado por sus pintorescas campañas publicitarias.
En su carrera como realizador hay títulos verdaderamente interesantes, pequeñas películas con presupuestos ajustados, que sin embargo son el paradigma de la eficacia narrativa, del uso eficaz de los pocos recursos que tenía en sus manos y de una imaginación y sentido comercial muy en la línea de otro maestro en estos menesteres: Roger Corman.
La película que hoy ocupa el post de El Terror Tiene Forma, es una obra sólida y muy interesante, que se apoya en unos interpretes sobrios y eficaces y aúna todos los elementos que hicieron mítico a su director. Strait-Jacket conocida como El caso de Lucy Harbin, se sustenta en una historia de Robert Bloch, que recoge todos los tics, los recursos narrativos y los resortes necesarios para darle a la película una sobriedad y eficacia verdaderamente interesantes; de esta manera una historia con una estructura clásica: prólogo, presentación de los personajes, nudo y desenlace final con sorpresa incluida y que se nutre de diferentes géneros como el drama, el thriller y el terror, funciona como la maquinaria de un reloj suizo, una maquinaria precisa y ajustada que William Castle se encarga de llevar al celuloide con seriedad y profesionalidad. Nada mejor para entrar en la película que un pequeño resumen del film: 
Lucy Harbin (Joan Crawford), una mujer nacida y criada en una granja, sorprende a su marido engañándola con una mujer. Ni corta ni perezosa, agarra un hacha y despedaza a los dos. Carol (Diane Barker), su pequeña hija, asiste atónita a la brutal escena. Lucy es ingresada, durante veinte años, en un psiquiátrico. Tras tan largo tratamiento, los médicos deciden darle el alta, al considerarla perfectamente recuperada para volver al mundo real. El reencuentro con su hija es difícil, pero pronto consiguen romper el hielo que existe entre ambas. No obstante, pequeños detalles, indican que la estabilidad mental de Lucy no es todo lo sólida que parece. La aparición por sorpresa de su médico, para evaluar su grado de integración social, desencadena la crisis definitiva.
Joan Crawford y su hacha
Rodada en sobrio blanco y negro, buscando los contrastes entre luz y sombra en los momentos más tensos y dando algunas muestras de originalidad en determinadas secuencias, Castle conduce la nave con brío y fuerza, se entretiene con la interpretación de las actrices, busca sin descanso crear inquietud en el espectador y teje, a su manera, una madeja de sensaciones y situaciones que, si bien, el paso de los años ha desgastado un poco, resultan muy útiles y creíbles en el momento en el cual se estrenó la película. Desde luego Castle no esquiva los sustos fáciles, más o menos trabajados, y quizás esta faceta de la película es la menos conseguida, aunque no hay que olvidar que el realizador era muy dado a este tipo de situaciones y que por esos años muchos de sus trucos, podían considerarse, si no originales, sí perfectamente válidos para provocar las reacciones del público habitual en las plateas de los cines. Por último unas pequeñas gotas de humor negro y alguna secuencia con un tono algo irreal, que serviría de inspiración a Wes Craven años después, acaban de rematar la faena.
El caso de Lucy Harbin también tiene algunas lagunas en la narración y secuencias un pelo sonrojantes, valga como ejemplo de esta afirmación, el forzado final y su innecesaria explicación de lo que acabamos de ver, no creo que la trama sea tan complicada y retorcida que necesite una explicación tan clara, pero bueno tampoco es algo que enturbie el conjunto final del film en demasía. 
La interpretación de Joan Crawford es convincente, la creación realizada para el personaje de Lucy, un ser torturado por su pasado, completamente desubicado en su retorno a la sociedad, débil pero ominoso, es perfecto dentro de las coordenadas de este tipo de películas. No en vano ya se había entrenado con otro personaje torturado y contundente en la fenomenal ¿Qué fue de Baby Jane? (1962) y es que, amigos, Joan Crawford llena la pantalla, su sola presencia eleva la categoría de la película y por momentos da la sensación de que no nos encontramos ante un producto de bajo presupuesto, sino más bien ante un melodrama terrorífico de serie A. Es curioso, y debe ser mencionado, que William Castle no había pensado en un primer momento en Joan para el papel de Lucy, su elección se había decantado por la actriz, con un gran recorrido en la industria, Joan Blondell, pero un accidente la apartó del rodaje. La inclusión en el rodaje de Joan, a parte de su interpretación, también supuso la presencia, en un par de escenas, de la multinacional del refresco Pepsi Cola, Joan era viuda del presidente de la compañía y como aun estaba involucrada en la junta directiva, exigió en su contrato que los productos de la empresa aparecieran en el film, también es divertido comprobar cómo el papel del doctor no fue encarnado por un actor profesional, sino por el vicepresidente de la compañía en esos momentos, y amigo personal de Joan, un tal Mitchell Cox. En fin, parece que Joan, a parte de gran actriz era también una mujer de armas tomar. 
George Kennedy y Mitchell Cox
El resto de actores cumple con efectividad, el reparto está plagado de rostros conocidos y conviene resaltar a un contundente George Kennedy en el papel de mozo de granja (impagable la escena cuando va a decapitar a un pollo) y de un jovencito Lee Majors (en su debut cinematográfico) que interpreta al novio de Carol Harbin.
Los fx estuvieron a cargo de Richard Albain y el trabajo realizado está a la altura de las circunstancias, las decapitaciones a golpe de hacha son convincentes, que no sangrientos, trucos simples pero efectivos que este artesano sabía manejar con precisión.
Poco más puedo decir, El caso de Lucy Harbin ha sido ninguneada durante años, considerada una obra menor dentro de la carrera del director, quedando arrinconada en la historia del cine de terror. Yo no voy a entrar en ese tipo de valoraciones, pero sí puedo afirmar que el film luce muy bien, tiene algunos puntos bastante interesantes, no aburre en ningún momento y es un muy buen ejemplo del cine que a Castle le gustaba llevar a cabo, elementos todos ellos que ya justifican un visionado, y si encima tenemos a Joan Crawford repartiendo hachazos a diestro y siniestro, no sé, pero creo que merece la pena mirarla con algo más de cariño.
Pronto dedicaré algunos artículos más a este productor / director / showman tan fascinante, por el momento solo me queda despedirme. Un saludo.   
      



Ficha Técnica
Año: 1963 / Director: William Castle / Productor: William Castle, Dona Holloway / Guión: Robert Bloch / Fotografía: Arthur E. Arling / Música: Van Alexander / Maquillaje: Virginia Jones, Ben Lane, Monty Westmore, Peggy Shannon / FX: Richard Albain / País: USA / Duración: 93m. / Formato: 35mm  / Proporción: 1.85: 1 / B/N
Ficha Artística
Joan Crawford, Diane Baker, Howard St. John, John Anthony Hayes, Leif Erickson, Rochelle Hudson, George Kennedy, Mitchell Cox, Edith Atwater, Vicki Cos, Patricia Crest, Laura Hess, Robert Ward, Lee Majors, Lynn Lundgren, Patty Lee, Howard Hoffman




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